Editorial

Celebrar: una llamada universal para la humanidad

En el corazón del ser humano reside una profunda necesidad de celebración, un anhelo de compartir la alegría que brota de la vida misma.

Nos buscamos, nos reunimos, inventamos motivos para celebrar el amor que nos une, la amistad que nos sostiene. Estas pausas en el devenir cotidiano nos recuerdan nuestra vocación a la comunión, a sentirnos parte de un tejido vital que nos trasciende individualmente.

En la singularidad de Villar del Arzobispo, esta necesidad de celebración se manifiesta de manera particular en la tradición del concurso de la olla churra. Este plato sencillo, pero rico en sabor e historia, convoca a los villarenses en torno a una mesa común, donde se degusta no solo un alimento, sino también la memoria colectiva de un pueblo. La olla churra se convierte así en un símbolo de identidad, un lazo que une generaciones a través de un legado culinario entrañable.

Para la mirada creyente, esta mesa festiva terrena evoca otra Mesa fundamental, la Mesa de la Eucaristía. En ella, la comunidad cristiana de Villar se congrega en un ágape trascendente, participando del Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado. Esta Mesa nos une no solo como vecinos, sino como miembros de la gran familia de la fe católica, extendida por todo el mundo. En la Eucaristía, experimentamos la comunión profunda con el Señor y entre nosotros, fortaleciendo los lazos espirituales que nos configuran como Iglesia.

En este tiempo pascual, donde celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte, el Evangelio de este domingo V nos ilumina sobre el sentido profundo de nuestra vida comunitaria. Jesús, en la intimidad de la Última Cena, nos entrega un mandamiento nuevo: «que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Juan 13, 34-35).

Este mandato del amor fraterno resuena con especial fuerza en nuestras celebraciones. Así como la olla churra reúne a los villarenses en torno a un patrimonio compartido, el amor que Jesús nos pide vivir debe ser el ingrediente esencial que anime todas nuestras relaciones. Es amándonos los unos a los otros, siguiendo el ejemplo del amor de Cristo, como nos reconocen como sus verdaderos seguidores.

En la mesa de la Eucaristía, los habitantes de Villar del Arzobispo se reconocen también como hijos de la Virgen de la Paz, madre que acoge y protege. Ella nos enseña con su vida el camino del amor y la entrega. Que la alegría de compartir la olla churra este sábado sea una oportunidad para recordar esta otra Mesa que nos une en la fe y en el amor de Cristo.

Que cada cristiano de Villar del Arzobispo se sienta llamado a ser fermento de este amor en todos los ámbitos de su vida. Que la participación en las tradiciones del pueblo, como el concurso de la olla churra, sea una ocasión para vivir y testimoniar la alegría del Evangelio. Y que, fortalecidos por el encuentro con Jesús en la Eucaristía y bajo la mirada amorosa de la Virgen de la Paz, podamos dar razón de nuestra fe con sencillez y con un amor que se haga visible en nuestras acciones cotidianas. Que nuestro amor mutuo sea la señal que nos identifique como discípulos de Jesús en medio del mundo.

Comentarios cerrados.