Editorial

¡Paz a vosotros!

Con las mismas palabras del Señor Resucitado en la tarde de Pascua, cuando se hace presente en el cenáculo en medio de sus discípulos, quisiera saludar a mi nueva comunidad, la Parroquia de Ntra. Sra. de la Paz de Villar del Arzobispo.

Y con la alegría fruto del encuentro con el Resucitado os hablo en estas primeras palabras que a través de la hoja parroquial dirijo a todos los villarencos.

Me siento alegre e ilusionado con este regalo que el Señor y la Iglesia me han hecho al poder ser vuestro párroco, y poder caminar en la fe en el inicio de mi ministerio con una comunidad como la vuestra. Una comunidad cristiana activa, llena de vida, con una historia más que considerable (¡445 años cumplirá el sábado 29 de agosto nuestra parroquia!), y con muchos cristianos que con esfuerzo y dedicación trabajan incansablemente para ser testigos del Evangelio y constructores del Reino de Dios en este pueblo de la Serranía.

Un pueblo cuya historia está marcada por la fe, dada su vinculación esencial con la Iglesia, a través de los Arzobispos que han tenido residencia en Villar, y su relación filial con María, venerada en Villar como Madre y Reina de la Paz.

Soy Quique Roig (a secas), vuestro cura. Nací en Guadassuar, un pequeño pueblo de la Ribera, hace 26 años. Aquí, al Villar, llega un sacerdote joven, recién ordenado (el día que inicie el ministerio en Villar hará 2 meses de mi ordenación) y lleno de ilusión y también de temor por la gran responsabilidad y el reto que supone guiar una comunidad con tanto recorrido y con un poso de fe importante, como ocurre aquí.

Mi deseo es estar a vuestro lado, caminar con vosotros, ayudaros, desde mi limitación, en lo que sea posible para que en nuestra vida podamos seguir a Jesús, el Señor, y convertirlo en nuestro referente, nuestro guía y nuestro amigo. Que sea Él el centro de la vida, sobre el que gira toda nuestra existencia. Ese es mi mayor deseo y la única meta que me gustaría proponerme: que Villar crezca en la fe y viva más cercano a Jesucristo.

Para llevar a cabo esta misión, que no es solo mía, me gustaría contar con toda la Parroquia y con todo el pueblo de Villar. Creo que nadie debe sentirse indiferente ante la invitación misionera de Jesús «como el Padre me ha enviado así os envío yo… «. Todos los grupos y áreas de la parroquia creo que son necesarios e imprescindibles. Trabajemos juntos, y en comunión para seguir esta misión que se nos ha confiado desde nuestro bautismo. Que nuestro testimonio y nuestra caridad sean posibilidad para muchos de encontrarse con Cristo.

Pero especialmente me gustaría que dos realidades se sientiesen llamadas a participar de este proyecto que los cristianos de Villar llevan entre manos desde hace siglos, y del que yo quiero ser un continuador (con mis peculiaridades y formas, que ya iréis conociendo) .

En primer lugar los jóvenes, porque me siento uno de vosotros. Somos el futuro de la Iglesia, y de la fe cristiana en Villar del Arzobispo. No penséis en ningún momento que la Iglesia no cuenta con nosotros, o que Jesús no nos necesita. Al contrario, sois esenciales, y desde aquí os invito ya a que nos convirtamos en un pulmón pastoral de Villar. Quiero teneros cerca, y poder trabajar con vosotros, conoceros y compartir vuestras inquietudes. Contad siempre con vuestro párroco para todo lo que sea necesario, siempre intentaré estar con vosotros y ayudaros en todo.

Junto con los jóvenes, creo que Villar tiene el deber de cuidar, agradecer y valorar a la Comunidad de Carmelitas Descalzas que son también parte de nuestra parroquia. Pienso, y supongo que muchos lo compartiréis, que son el sustento espiritual de este pueblo. Su oración constante y su presencia discreta son el mejor fermento evangelizador de Villar. Con ellas me gustaría crear un vínculo especial de oración y formación que fortalezca y anime a la comunidad para los proyectos que llevemos a cabo los próximos años.

Ellas tienen que enseñarnos a ser cristianos auténticos, comprometidos y orantes. Para imitar a aquellos apóstoles que «perseveraban en la oración, junto con María, la madre de Jesús». En sus manos de madre, a la intercesión de la Virgen de la Paz, nuestra patrona, confío mi ministerio y mi vida en Villar. Que ella me ayude, junto a vosotros, a perseverar, a ser fiel, a ser testigo de paz y misericordia allí donde me encuentre. Que ante la dificultad, la duda o la tristeza, pueda sentirme acompañado por María, que estoy seguro que siempre escuchará los ruegos de este villarense, Reina de los Cielos, Virgen de la Paz.

Un saludo afectuoso.

Quique, vuestro Párroco.

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