Editorial

Vamos niños al Sagrario…

Que Jesús llorando está… Así acababa la canción que hace años tarareaban los niños que empezaban a tener sus primeras experiencias de adoración a Jesús Eucaristía, su acercamiento aún infantil a la presencia del Señor en la sencillez del pan eucarístico.

Me atrevería a decir que no está llorando Jesús, pero si creo que no es del todo erróneo pensar, desde la objetividad, que el Señor si está un poco entristecido o decepcionado con nosotros; con la comunidad cristiana de Villar, y especialmente con los niños y niñas ( y por ende con sus padres, que son los responsables de su educación en la fe) por la falta de énfasis que estamos poniendo en vivir y transmitir a nuestros hijos (niños y no tan niños) la centralidad de la Eucaristía en la vida de fe de todo creyente.

Creo que es necesario que ante acontecimientos como el que estamos a punto de vivir, reflexionemos a nivel personal y comunitario sobre el don que es la Eucaristía en la vida de creyente. El próximo domingo, un grupo de niños y niñas de nuestro pueblo recibirán por primera vez a Jesús, en el sacramento de la Eucaristía, un regalo de valor incalculable. Para ello es indispensable la preparación que durante tres cursos han recibido por parte de la parroquia: catequesis, oratorio, diálogo con Jesús, introducción al sacramento de la penitencia… Pero si hay algo que han de reconocer como fundamental en la vida de todo cristiano es la Eucaristía, la participación activa en la celebración de la Misa de cada domingo.

Nuestro objetivo con la catequesis, con la formación, con la introducción a la fe de los niños y niñas no es la transmisión de conocimientos, ni tampoco el aprendizaje de los contenidos catequéticos; sino que busca en su esencia, la posibilidad del encuentro, de la experiencia de contar con Jesucristo como compañero de camino.

Este encuentro, esta “comunión” (que es común-unión), solo puede experimentarse de modo privilegiado en la participación en la Eucaristía. Ni la mejor metodología, ni la mejor explicación pueden suplir la importancia de este hecho en nuestra vida: que Jesús viene a nosotros y entra en nuestro interior en la sencillez de ese pan Eucarístico que en cada misa se parte y se reparte.

Por eso, como he repetido muchas veces, una misa vale más que muchas formaciones, oraciones, catequesis… porque nos introduce en la vivencia de la fe cristiana, que es una fe cercana. Que esta sencilla lección, la de otorgar la centralidad a la vivencia de la Eucaristía sea el objetivo fundamental de nuestra labor de transmisión de la fe, ya sea a nivel parroquial, familiar, o individual. Y así Jesús estará feliz, contento de ver a tantos niños (y no tan niños) que acuden a compartir con él su vida y a alimentarse de su presencia eucarística que llena el corazón del creyente de alegría y de fe.

Quique, vuestro párroco.

Comentarios cerrados.