La Santa Cuaresma
Con este nombre se refiere el anuncio anual de las grandes fiestas cristianas que leemos el día de la Epifanía al tiempo que nos prepara para la Semana Mayor de los cristianos, en la que celebraremos con gozo el misterio pascual del Señor.
Es cierto que nosotros, al referirnos a este tiempo de recogimiento, oración y revisión de nuestra vida cristiana, hablamos de la cuaresma como un tiempo lleno de privaciones y renuncias que nos resulta pesado y farragoso. Quizás las rígidas observancias del pasado, y la mala concepción de un tiempo marcado por la austeridad y la penitencia nos llevan a considerarla de modo negativo.
Sin embargo, nosotros tenemos en nuestras manos la posibilidad de comprender este término en su integridad, y vivir así una cuaresma santa. Pues santa debe ser en primer lugar la actitud con la que acojamos estos 40 días en los que se nos invita a retirarnos al desierto con Jesús. Acogerlos como una oportunidad para profundizar nuestra fe, para purificar y perfeccionar nuestra vivencia cristiana, como un nuevo tiempo en el que afianzar nuestro camino constate de conversión.
También en nuestras obras la cuaresma puede convertirse en un tiempo santo. Si nos comprometemos con nosotros mismos en la vivencia de la fe, en la lectura de la Palabra, en buscar un tiempo concreto de oración, en la participación en el sacramento de la penitencia, poco a poco iremos tomando el pulso a la cuaresma. Unas acciones individuales que necesitan ir acompañadas de obras con repercusión externa. Cercanía al necesitado, caridad fraterna, experiencia del perdón, desprendimiento en favor de los pobres… Son acciones que ejercitan nuestra vida cristiana en nuestra mirada y comportamiento con el prójimo.
En los pequeños detalles encontraremos la posibilidad de acabar de adentrarnos con seriedad en este tiempo. En la contemplación del misterio de la cruz, la vivencia del ayuno y de la abstinencia como gestos de comunión de toda la Iglesia, el compromiso semanal de la limosna penitencial, y todo aquello que haga resonar la presencia de Dios en nuestra vida, hallamos un signo que nos toca y es un eco cuaresmal que nos recuerda nuestro objetivo y nuestra meta: la vivencia con intensidad de la Pascua del Señor.
Preparemos nuestro corazón para acoger de nuevo este tiempo del encuentro, del abrazo y de la presencia del Señor en nuestra vida y en nuestra comunidad parroquial. Que no se quede en la cuaresma, en una cuaresma, sino que vivéndola, disfrutándola y entregándonos con constancia y abnegación, sea esta una Santa Cuaresma en la que nuestra vida se reafirme en el deseo de santidad y perfección a las que el Señor nos invita cada día.
Que esta sea una Santa Cuaresma para todos.
Quique, vuestro párroco.