Rincon Carmelitano

Un amor muy especial a la Pasión de Cristo

Todos los santos han tenido un amor muy especial a la pasión de Cristo, y es que Amor saca amor» y nadie nos ha amado tanto como Él, en su Pasión y muerte, Santa Teresa de los Andes, en una de sus cartas nos dice también a nosotros:

«Quisiera que en la oración muchas veces pusiera los ojos de su alma en Jesús Crucificado. Allí encontrará no solo alivio en el dolor, sino que también aprenderá a sufrir en silencio, a sufrir alegremente, teniendo en cuente que todo es poco con tal de salvar las almas.

Créame, que, a lo menos para mí, la Pasión de Cristo es lo que mejor me hace para mi alma: aumente en mi el amor al ver cuánto sufrió mi Redentor; el amor al sacrificio, al olvido de mi misma. Me sirve para ser menos orgullosa. Me excita en la confianza de ese mi Maestro adorado, que sufrió tanto por amarme. La confianza es lo que más le agrada a Jesús. Si confiamos en el corazón de un amigo que nos ama, ¿cómo no confiar en el corazón de un Dios, donde reside la bondad infinita, de la cual la bondad de las criaturas es una pálida sombra? Desconfiar del corazón de un Dios que se hizo hombre, que murió como malhechor en una cruz, que se da en alimento a nuestras almas diariamente para hacerse uno con sus criatura ¿ no es un crimen ?

Tengamos nosotras temor filiar para no ofenderlo, lo mismo que un hijo con su padre teme disgustarle; no por el castigo, sino porque sabe que su padre lo ama y sufrirá. Arrojémonos con nuestras faltas y pecados en el abismo, en el océano de misericordia. Jesús se compadece de nuestras miserias, conoce a fondo nuestro corazón; no tema, que el temor saca amor.

Hay un texto de Santa Teresa que nos puede ayudar en estos días:

No me mueve, mi Dios para quererte/ el cielo que me tienes prometido;/ ni me mueve el infierno tan temido/para dejar por eso de quererte. /Tú me mueves, Señor; muéveme el verte/ clavado en esa cruz y escarnecido;/ muéveme tus afrentas y tu muerte. / Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera/que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, /y, aunque no hubiera infierno, te temiera. /No me tienes que dar porque te quiera;/pues, aunque lo que espero no esperara, /lo mismo que te quiero te quisiera.

Hermanas Carmelitas

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