Editorial

Un amor que no pasa nunca

La celebración del Sagrado Corazón de Jesús cierra todas las solemnidades que después de Pentecostés nos sirven de pedagogía litúrgica con la que comprender con mayor detenimiento y profundidad los misterios principales de la vida de la Iglesia, acabando este ciclo con lo más esencial de Dios, su amor, manifestado y representado en el corazón sagrado de Jesucristo.

La llegada del verano, y la normalidad litúrgica que marcan los próximos meses parece que nos hacen caer en una monotonía en la que el peligro es alejarnos de Dios, vivir estos meses de forma indiferente, como si Dios no nos llamase a nada, ni contase con nosotros hasta el próximo curso, o peor, hasta el próximo Adviento.

Sin embargo, que todo lo celebrado culmine con esta solemnidad del Corazón de Jesús tiene su sentido, Dios nos da un último mensaje para que lo retengamos en la mente, para que siga latiendo en nuestro corazón, que deseamos sea semejante al suyo. Dios nos ama, Él está siempre a nuestro lado, es su amor el que nos sostiene, nos transforma y nos perfecciona. El amor de Dios es aquello que nos permite mantener viva la fe a pesar de las dificultades y las pruebas a las que nos enfrentamos en el día a día.

No obstante, ese amor necesitamos renovarlo, tener la posibilidad de sentirlo cada día, como un abrazo, como una caricia, como un reencuentro entro nosotros y nuestro Dios que nos une a él y nos sirve de fuerza para continuar. El amor de Dios es sustento para la vida creyente, que necesitamos tomar como el alimento para la vida del cuerpo.

Por ello, estos días en los que no hay un programa pastoral excesivo, tenemos la posibilidad de poner en valor ese regalo que es para una comunidad cristiana la celebración diaria de la Eucaristía. En el encuentro con la comunidad, la escucha de la Palabra, y el pan partido y compartido, cada jornada el Señor Jesús nos recuerda que nos ama, que nos cuida y nos regala su gracia con este sencillo sacramento. Ya hace semanas que la misa diaria se ha convertido en algo importante para un grupo considerable de cristianos en Villar, pero no somos suficientes. Faltas tú. Ven, deja que el Señor se encuentre contigo. Regálale y regálate 40 minutos, aunque solo sea un día semanal, para experimentar la fuerza de ese abrazo de Dios, de esa Eucaristía en la que comprendemos que Dios es el Amor, un amor que no pasa nunca.

Quique, vuestro cura.

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