Editorial

Gracias Villar, siempre GRACIAS

Este es el último editorial que escribo como párroco de Villar del Arzobispo, y lo hago con el corazón lleno de agradecimiento a Dios y a todos vosotros, feligreses y amigos, por todo lo vivido y compartido a vuestro lado.

Necesitaría varias hojas parroquiales para escribir la gratitud que siento y como de afortunado me considero por haber podido compartir la fe a vuestro lado. ¡Cuánto vivido, y cuanto aprendido! Si el día de mi toma de posesión os decía que iba a Villar ordenado sacerdote, para aprender a ser párroco, hoy me despido con la convicción de que Villar me ha configurado como pastor de la comunidad parroquial, y que la impronta de Villar quedará marcada en mi ministerio para siempre.

Por ello quiero en estas, mis últimas palabras, proclamar un GRACIAS que llegue a todos mis feligreses, amigos y conocidos del Villar. Gracias por haberme permitido compartir vuestras vidas, vuestros sufrimientos y alegrías, vuestras dichas y vuestros problemas. Gracias por hacerme testigo de la alegría de las familias en los sacramentos de la iniciación cristiana de sus hijos.

Gracias por escucharme y acoger mis palabras de aliento y esperanza al despedir a vuestros seres queridos. Gracias porque he sido testigo de la fe de los niños que empiezan a conocer a Dios con su inocencia intacta, que les permite abrirle el corazón, y gracias porque he sido testigo del final de la vida de seres queridos vuestros que han dado testimonio de la fe hasta su último suspiro.

Gracias por ser conmigo generosos, nobles y fieles en todos los proyectos e iniciativas que se han llevado a cabo durante estos casi tres años. Gracias por vuestro respeto, por vuestro silencio y por vuestro apoyo, aunque muchas veces no compartieseis la finalidad o no vieseis claro hacia donde estábamos caminando. Gracias por confiar, creer y querer a la Iglesia, reconociendo en mi a vuestro pastor.

Gracias por vuestra aportación, grande o pequeña, apadrinando cada proyecto (manto, azulejos, etc.) porque esto queda ya entre vosotros para la posteridad. Gracias por confiar a mis manos jóvenes e inexpertas el tesoro de la fe de vuestro pueblo y de vuestros mayores, con el riesgo de que el afán y la pasión la pudiesen hacer añicos en una dirección equivocada.

Gracias por dejarme custodiar, mimar y poner en valor el amor y la devoción filial a María, la Virgen de la Paz, vuestra madre (y ahora también la mía), pues ella es la puerta abierta a Dios por la que muchos hijos suyos en Villar se adentran a la vida creyente ¡Qué hermosa caricia de Dios la presencia de la Virgen de la Paz en vuestra vida de fé!

Pero GRACIAS por cada Eucaristía, por haberme regalado el don de presidir cada celebración, de dirigiros la Palabra y hacer presente a Cristo en vuestras vidas. La Eucaristía nos une, nos hermana y nos acerca a Dios. Para mí ha sido un regalo cada encuentro, cada Solemnidad, cada Triduo Pascual vivido y compartido con vosotros. Qué gozo tan grande cuando la fe nos permite contemplar y comulgar a Cristo resucitado en ese Pan del camino. La Eucaristía que nos fortalece, y que nos une construyendo así la Iglesia como una gran familia de hermanos que comparten la misma mesa y se sienten abrazados en el amor de Dios.

Que el Señor os pague tanto bien que la Parroquia de Villar ha hecho en mi vida y en mi ministerio. Que cada día, al celebrar la Eucaristía, volvamos a unirnos de corazón en la presencia de Dios, que acorta las distancias y une en comunión, recordando y agradeciendo todo lo que hoy recordamos con gratitud.

Estaría días enteros agradeciendo tantas cosas… que no me queda espacio para concretar más… A todos, niños y mayores, jóvenes, matrimonios, enfermos, devotos de la Virgen, amigos, conocidos: GRACIAS.

Que la Virgen de la Paz me acompañe siempre en el camino de la fe y el ministerio sacerdotal. Virgen hermosa, aunque me voy, contigo queda mi corazón, contigo quiero siempre vivir, y en un abrazo tuyo morir…

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