Editorial

¿Has encontrado ya tu tesoro?

El Evangelio de este domingo, nos presenta tres parábolas que nos hablan del Reino de los Cielos: el tesoro escondido, la perla de gran valor y la red que recoge toda clase de peces. Estas parábolas nos invitan a reflexionar sobre el valor y la importancia que le damos a Dios en nuestra vida.

El tesoro escondido representa a Dios mismo, que se revela a quien lo busca con sinceridad y lo encuentra en medio de las circunstancias cotidianas. El hombre que lo descubre no duda en vender todo lo que tiene para comprar el campo donde está el tesoro. Esto significa que está dispuesto a renunciar a todo lo que le impide seguir a Dios y abrazar su voluntad. Su alegría es tan grande que no le importa el sacrificio que hace, sino el bien que obtiene.

La perla de gran valor simboliza a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que nos ofrece la salvación y la vida eterna. El comerciante que la busca es alguien que se dedica a buscar lo mejor y lo más bello. Cuando encuentra la perla preciosa, reconoce su valor incomparable y vende todo lo que tiene para adquirirla. Esto significa que reconoce en Jesús al único Señor y Salvador de su vida y le entrega todo su ser.

La red que recoge toda clase de peces representa a la Iglesia, que acoge a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin distinción de raza, cultura o condición social. Los pescadores que la sacan a la orilla son los ángeles, que al final de los tiempos separarán a los justos de los malvados, según el juicio de Dios. Esto significa que debemos vivir en la Iglesia con fidelidad y coherencia, sabiendo que un día rendiremos cuentas ante Dios de nuestras obras.

Estas parábolas nos interpelan sobre nuestra actitud ante el Reino de los Cielos. ¿Lo buscamos con ardor y entusiasmo? ¿Lo valoramos por encima de todo? ¿Lo vivimos con compromiso y responsabilidad? ¿Estamos dispuestos a dejar todo lo que nos aleja de Dios y nos impide seguirlo? ¿Estamos preparados para el encuentro definitivo con Él?

El Reino de los Cielos es el mayor tesoro que podemos encontrar en nuestra vida. No dejemos pasar la oportunidad de descubrirlo, poseerlo y disfrutarlo. Que el Señor nos conceda la gracia de encontrarlo y no perderlo jamás.

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