Editorial

UN NUEVO CURSO. LA PRÓXIMA ASAMBLEA DEL SÍNODO

Carta semanal del arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent Con la llegada del mes de septiembre, la vida vuelve a normalizarse después del verano: comienza el curso escolar, reemprendemos nuestro trabajo cotidiano y la vida eclesial recupera el ritmo habitual en las parroquias, grupos y movimientos.

Durante los meses de julio y agosto hemos vivido momentos esperanzadores: pienso en la Jornada

Mundial de la Juventud que se celebró en Lisboa, donde tuve la alegría de acompañar a los jóvenes

de nuestra diócesis, convivir con ellos, orar juntos y celebrar la Eucaristía. Muchas parroquias y grupos han organizado campamentos, convivencias y encuentros en los que se vive la fe y se disfruta de la naturaleza; las celebraciones de las fiestas patronales de nuestros pueblos, que son un

momento fuerte de religiosidad y de convivencia, se han celebrado con normalidad; algunos de vosotros habéis dedicado unos días a la oración y al encuentro con el Señor participando en retiros o ejercicios espirituales y, en la medida de lo posible, todos hemos intentado descansar un poco de nuestros trabajos y preocupaciones.

Después del curso pasado, en el que la vida de la diócesis estuvo muy condicionada por las celebraciones del centenario de la coronación de la imagen de la Virgen de los Desamparados, comenzamos una nueva etapa. Además de la vida ordinaria de la Iglesia, que hemos de programar y preparar evitando improvisaciones para salir del paso en cada momento, en el horizonte tenemos algunos acontecimientos a los que hemos de prestar atención para sentir con la Iglesia y crecer en el espíritu de comunión con el Papa: me refiero a la próxima asamblea del sínodo y a la preparación de la celebración del Jubileo del año 2025. Se trata de dos momentos que, si los vivimos en espíritu de

fe, nos pueden ayudar a una auténtica renovación de la Iglesia.

Desearía compartir esta semana con vosotros una breve reflexión sobre el primero de estos dos acontecimientos. La primera fase de la asamblea sinodal se celebrará durante el mes de octubre. La palabra “sinodalidad” no es familiar para muchos cristianos, sin embargo, no podemos olvidar que en nuestra diócesis hemos tenido ya algunas experiencias de sínodos diocesanos. Han sido momentos en los que se han compartido preocupaciones, nos hemos escuchado los unos a los otros, se ha reflexionado en común sobre los desafíos que tenemos como Iglesia en el momento actual para el anuncio del Evangelio y hemos acogido con espíritu de comunión las resoluciones publicadas por los distintos arzobispos. De estas experiencias nos ha quedado una convicción fundamental: todos somos corresponsables en la vida de la Iglesia y hemos de vivir nuestra

responsabilidad en ella siendo fieles a nuestra vocación y comprometiéndonos en la misión de anunciar el Evangelio. Estoy convencido de que este sínodo, que ha convocado el Papa Francisco y que se ha estado preparando durante estos dos últimos años en muchas diócesis y otras realidades eclesiales, nos ofrecerá caminos para vivir en la Iglesia buscando en todo la comunión. No tengamos miedo a plantear abierta y confiadamente los retos que tenemos, y a discernir qué es lo que el Espíritu pide a la Iglesia en este momento.

Oremos por los frutos de este acontecimiento eclesial.

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