Editorial

LA INTERCESIÓN DE LOS SANTOS

A lo largo del año, celebramos en nuestra Parroquia con devoción, la vida de numerosos Santos que iluminan nuestra vida de Fe y le pedimos su intercesión, pero, ¿Qué significa pedir la intercesión de los Santos? ¿Qué beneficios nos aporta? ¿Cómo podemos vivir esta devoción con autenticidad y fruto?

¿Qué significa pedir la intercesión de los Santos?

Pedir la intercesión de los Santos significa reconocer que ellos son nuestros hermanos y hermanas en la fe, que forman parte de la misma familia de Dios que nosotros, y que están más unidos a Cristo que nosotros, porque ya han llegado a la meta de la santidad. Por eso, ellos pueden interceder por nosotros ante el Padre, presentando nuestras necesidades, nuestras súplicas, nuestros agradecimientos y nuestras alabanzas. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios». Y también: «En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos»

¿Qué beneficios nos aporta la intercesión de los Santos?

La intercesión de los Santos nos aporta muchos beneficios, tanto espirituales como materiales. En primer lugar, nos ayuda a crecer en la confianza en Dios, que es nuestro Padre y que escucha nuestras oraciones, especialmente cuando son apoyadas por los que ya están en su gloria. En segundo lugar, nos ayuda a crecer en la comunión con la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y con todos los miembros de este Cuerpo, tanto los que peregrinan en la tierra como los que ya han llegado al cielo. En tercer lugar, nos ayuda a crecer en la imitación de los Santos, que son modelos de virtud, de fidelidad, de amor y de servicio a Dios y al prójimo.

¿Cómo podemos vivir esta devoción con autenticidad y fruto?

Para vivir la devoción a los Santos con autenticidad y fruto, debemos tener en cuenta algunos criterios. En primer lugar, debemos recordar que la intercesión de los Santos no sustituye ni disminuye la única mediación de Cristo, sino que la manifiesta y la participa. Como dice el Concilio Vaticano II: «La Iglesia no venera a los demás bienaventurados con el mismo culto que a Dios, sino que los venera con un culto especial de amor, porque son insignes ejemplos de virtud y que, unidos a Dios con vínculos especiales, pueden ayudar con su intercesión a los hombres a obtener de Él los bienes de la salvación». En segundo lugar, debemos recordar que la intercesión de los Santos no es una práctica mágica ni supersticiosa, sino una expresión de fe y de amor. No se trata de recitar fórmulas vacías o de buscar favores materiales, sino de dirigirnos a los Santos como a amigos que nos quieren y nos comprenden, que nos animan y nos consuelan, que nos orientan y nos protegen. En tercer lugar, debemos recordar que la intercesión de los Santos no es una realidad aislada ni individualista, sino que se inserta en la comunión de los bienes espirituales que existe en la Iglesia. Como dice el Catecismo: «En la comunión de los santos, se han desarrollado diversas espiritualidades a lo largo de la historia de la Iglesia. Todas ellas nacen y viven de la oración, y cada una tiene un método, unas expresiones y unos rasgos característicos. Cada fiel puede encontrar en ellas una ayuda para su propia oración, porque cada espiritualidad corresponde a una experiencia de oración, a un camino de vida en el Espíritu».

No nos cansemos nunca de pedir la intercesión de los Santos, y recurramos a ellos con frecuencia, con confianza y con amor.

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