Vicente, atleta de Cristo
El próximo domingo día 22 de enero, aunque un tanto inadvertido por celebrarse en nuestra comunidad cristiana la novena a la Virgen de la Paz, y en la Iglesia universal la jornada de la Palabra de Dios; la ciudad de Valencia (de cruces hacia dentro) la diócesis de Valencia, y algunos pueblos de la región valenciana, como Guadassuar (un precioso y solariego pueblo de la Ribera del Júcar) celebrarán a su Santo Patrón, el mártir San Vicente.
Este santo, venerado y reconocido por la Iglesia universal, nos invita cada año a volver la mirada a las raíces de nuestra fe. En el martirio del diácono san Vicente está el origen de la fe de la Iglesia de Valencia. Este joven diácono, al servicio de San Valero en la ciudad de Huesca, fue sacado de su ciudad durante la persecución de Diocleciano por ser la voz del obispo Valero entre la incipiente iglesia de esta ciudad aragonesa.
Lejos de su tierra, totalmente desprotegido, y en la Valentia romana, una ciudad donde el cristianismo no había arraigado entre los paganos, Daciano intentará someter a este anónimo diácono e intentará doblegarle para que renuncie a la fe de Jesucristo. El joven, lejos de las pretensiones del tirano, seguirá confesando a Cristo y afirmando que solo el Señor Jesús es el Salvador, el Hijo de Dios a quien honra y adora.
Las palabras del valiente joven encenderán la ira de la autoridad, que como advertencia y lección para aquellos que se sientan tentados a profesar esta fe proscrita, someterá públicamente al condenado a los más horrorosos tormentos. El potro, los garfios, las llamas… toda violencia y afrenta contra un joven solitario a quien no consiguen hacer renunciar a la fe.
La fidelidad, la perseverancia y el tesón de un pequeño cristiano ante los atropellos del poderoso, provocarán el asombro y la admiración de muchos en esta tierra de la que no es oriundo. Se preguntarán qué le sostiene, qué es aquello que cree, qué es tan importante por lo que incluso vale la pena entregar la vida. En aquel sitio donde se intentaba acallar a uno de los nuevos “cristianos”, ahora el nombre de Jesucristo, y la fe y la vida que este proponen van de boca en boca por toda la región y por toda la ciudad. Así se hace realidad la tesis: la sangre de los mártires, semilla de nuevos cristianos.
Vicente acabará entregando su vida en un lecho que el torturador provee para restablecerle y continuar la tortura. Daciano, lleno de rabia, echará su cuerpo en un vertedero, e intentará deshacerse de él atándole una rueda de molino al cuello y echándolo en el mar, para evitar que los creyentes veneren sus reliquias. Finalmente, algunos de los pocos cristianos de Valencia, asombrados y agradecidos por su testimonio, darán sepultura a su cuerpo.
Y este joven sin nombre, es ahora “Vincentius”, vencedor, Vicente. En Él ha vencido la fe, ha vencido Cristo; Dios ha vencido en un débil e insignificante joven diácono frente al poder, la maldad y el odio del mundo. La victoria de Vicente es la victoria de Dios que parecía no tener posibilidades ante los poderosos del mundo.
Vicente nos plantea como Iglesia, como comunidad parroquial, como cristianos concretos. Y en nuestra vida ¿Quién vencerá? Entre Dios y el mundo anda la respuesta.
Quique, vuestro párroco.